lunes, 13 de junio de 2016

Cara de ángel [por Diego Trellez Paz]


Hace una semana falleció Oswaldo Reynoso. Tenía 85 años y la muerte lo abrazó mientras dormía, mientras estaba quieto. Lo suyo, sin embargo, nunca fue la calma sino el hervor, la rebeldía, el desacato, la efervescencia. Lo conocí en Lima hace dieciséis años, en su casa de Jesús María. Era un hombre grueso, con aire bonachón, que se distinguía por sus lentes ovalados y una melena abundante, lacia y canosa. Ya, por entonces, era célebre por debajo: entre los estudiantes, los escritores, los militantes románticos, los adolescentes insumisos, los periodistas bohemios que escriben novelas en secreto. Tenía fama de muchas cosas y todas llevaban adjetivos resonantes que escondían alguna historia de su vida agitada: el escritor maldito, el marxista rabioso, el homosexual esteta, el maestro cálido, el bestseller clandestino, el ángel exterminador de la Lima más cucufata y reaccionaria que, alguna vez, lo acusó de pornógrafo y pidió públicamente la quema de sus obras.
La historia de nuestro encuentro es la historia de muchísimos escritores jóvenes e impetuosos que, enfermos de literatura, muertos de miedo ante ese fuego creativo que les explotaba por dentro, le tocaron la puerta temblando. De alguna manera también era su historia, el relato de vida de ese aguerrido joven arequipeño que había llegado a Lima y solo quería escribir. La publicación de Los inocentes: relatos de collera (1961), su inusual y vigoroso primer libro de cuentos, trazó una forma novedosa de plasmar las transformaciones de una Lima pauperizada, hostil y en constante ebullición. A través de este libro maravilloso, Reynoso supo darle forma a un lenguaje vivo que, emulando el léxico callejero pero sin dejar de lado su potencial lírico, abordó sin tapujos la atracción y el miedo a la homosexualidad en los ritos iniciales de una pandilla de jóvenes entrenados en la calle para no demostrar su debilidad.
“Me gusta el olor de mi cuerpo el olor de las muchachitas de mi barrio me arrecha sobre todo en verano tienen olor a pescado a fierro en invierno no se lavan y apestan rico las manos de Gilda” dice uno de los protagonistas, y es casi tangible la música de esa prosa en la que, como bien señaló José María Arguedas, convergen “la jerga popular y la alta poesía, reforzándose, iluminándose”. Con En octubre no hay milagros (1965), su primera novela, Reynoso hace gala de ese esplendor verbal para abordar la áspera realidad de un Perú socialmente quebrado. El libro causó mucho revuelo y no fue bien recibido por la crítica. José Miguel Oviedo, por ejemplo, trató a Reynoso como un “marxista rabioso” que estaba “fascinado por la abyección, la morbosidad y la inmundicia”, y recomendó arrojar “sin más, a la basura” una novela hecha de “páginas hediondas”. Luis Alberto Sánchez, por su parte, fue mucho más comedido y técnico al señalar el pesimismo que exhibía esta obra que penetraba “en un mundo de contradicciones y de sortilegios frustrados. El mes de octubre es, en Lima, el clásico mes del Señor de los Milagros, en que se rinde homenaje a un Cristo tradicional salvado de un terremoto del siglo XVIII. La multitud sigue a pie la imagen venerada. Pero, en el suburbio, para los miserables, no hay milagros, ni Señor de los Milagros, no tienen esperanzas ni fe”.
Si bien la obra de Reynoso no fue vasta ni copiosa, su producción literaria y su labor como promotor y soporte de los nuevos escritores fue sacrificada y constante. Sus novelas posteriores siguieron explorando, formal y temáticamente, lo que Maynor Freyre reconoce como “el panorama sentimental, político y socio económico” del Perú. Lo hizo siguiendo la vena experimental, sicodélica y alegórica en El escarabajo y el hombre (1970) y, tras veintitrés años de silencio narrativo, a partir de su experiencia de doce años en la República Popular China, lo plasmó gracias a su prosa sensual y sinestésica en la novela corta En busca de Aladino (1993) y en Los eunucos inmortales (1995), la que, para muchos, es su obra más compleja.
Oswaldo Reynoso ha muerto y las letras peruanas están de duelo. Aunque escritores de otros países como Pedro Lemebel, Alberto Fuguet, Gabriela Cabezón Cámara o Mariana Enriquez llegaban a Lima para verlo y conocerlo y beber o jugar sapo con él, mientras escuchaban valses peruanos y la música de la Sonora Matancera en el bar Queirolo del Centro o en El Sapo de Oro de Breña, su literatura no logró traspasar las fronteras del Perú ni ganarse ese sitial de leyenda que Reynoso gozó aquí en su patria hasta su muerte. Alguna vez su maestro, el poeta Martín Adán, luego de leer Los inocentes, frente a un copón de pisco en el mítico bar Palermo, le dijo que se prepare porque iba a sufrir. Adán había vislumbrado la maestría de la obra de Reynoso y, por eso, con capacidad de profeta, para protegerlo, le habló del dolor. Es quizás, por eso, que Oswaldo siempre protegió a los escritores más jóvenes, aquellos que, como yo, llegamos temblando a su casa, buscando su palabra, esperando su venia, su generosa aprobación.

jueves, 9 de junio de 2016

Videoreseña de Los Inocentes de Oswaldo Reynoso por Daniel Rojas Pachas


Oswaldo Reynoso, autor de algunos libros imprescindibles de la narrativa peruana de los últimos 50 años como En octubre no hay milagros (1965) o El escarabajo y el hombre (1970), murió recientemente, el 24 de mayo de 2016. Nacido en Arequipa en 1931, fue además profesor de literatura en la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, conocida como La Cantuta.
Daniel Rojas Pachas ahora nos escribe sobre su obra más recordada Los inocentes (1961), libro controversial tanto por su temática como por su arriesgado uso del lenguaje.

Un corazón a la altura de tu genio: Los Inocentes de Oswaldo Reynoso

Lima es “un gigante que crece zarandeado, martirizado, casi ciego” dice José María Arguedas en su artículo de 1961 titulado "Un narrador para un mundo nuevo" refiriéndose a Los inocentes (1961) de Oswaldo Reynoso. Obra que a lo largo de los años ha sido comentada por autores como Fabián Casas, el cual indica:
Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco o Los inocentes del peruano Oswaldo Reynoso. Libros que no se plantean representar a un país. Que lo representan más bien como una fatalidad. Que no están escritos con la antena en las modas. Y que crecen, al igual que la buena literatura, con la contingencia de las matas de pasto en los intersticios de las paredes viejas.
El mexicano Martin Camps agrega:
Tuve la oportunidad recientemente de traducir al inglés su cuento "Cara de Ángel" formidablemente escrito y que registra el lenguaje de las calles de Lima. Autor que desafortunadamente no ha sido traducido al inglés y cuya no obra no ha sido correctamente difundida en otros países latinoamericanos. Podemos decir de Reynoso aquello que refirió Goytisolo sobre la obra de Fuentes: su obra es un océano, pero el de Reynoso es un mar calmo y profundo. El escarabajo y el hombre tiene páginas que unen la poesía y la narrativa y En octubre no hay milagros debe figurar en el canon latinoamericano.
Reynoso ciertamente logró el reconocimiento de pares de distintas generaciones, asimismo, tiene el merecido título de ser el autor más leído por los jóvenes en el Perú. Año a año miles de estudiantes y lectores en universidades, así como incipientes escritores, descubren Los inocentesEn octubre no hay milagros El escarabajo y el hombre, piezas clave en la narrativa de Reynoso.
Sus libros pasan de mano en mano en ediciones populares impresas por editorial San Marcos, también está la bella edición de Estruendomudo de Los Inocentes que se acompaña de un dossier con fotos y testimonios del impacto de la obra en voz de escritores contemporáneos de la narrativa peruana. Aun así, Reynoso no ha corrido la misma suerte que otros escritores de su época (como Vargas Llosa o Bryce Echeñique o posteriores como Cueto, Bayly o Roncagliolo), logrando la tan ansiada internacionalización o aquello quizás más importante que los mecanismos de visibilidad o estrategias para formar parte del exclusivo canon: el simple hecho de que su obra sea accesible para la mayor parte de lectores del continente y, en esa medida, también se traduzca a otras lenguas para obtener la proyección que sus libros merecen.
Los que tuvimos la suerte de conocerle, compartir y aprender a su lado y, sobre todo, leerlo sabemos que Reynoso nunca fue parte de algún boom, no procuró instalarse en alguna camarilla y menos tranzar influencias. Se dedicó solo a escribir excelentes libros y no se autoimpuso modas o una voz artificial para adaptarse al mercado de ferias y grandes sellos.
Conocidas son sus críticas al establishment de las transnacionales que cambian escritores como estrellas de fútbol. Conocidas también son las declaraciones de Reynoso al respecto:
Yo soy un escritor profesional, pero no soy un escritor ganapán. Estos últimos son los que negocian con las editoriales para escribir una novela cada año. Yo soy creador (…) Hace décadas los escritores latinoamericanos teníamos la oportunidad de leer a los grandes autores de cada país a través de editoriales de mucho prestigio, como Losada. Uno elegía a Losada, porque no iba a publicar libros sin ningún valor. Antes había más contacto en los escritores. Hoy, en cambio, las transnacionales se encargan a través de sus redes de difundir en medios importantes sobre la literatura chatarra. Ellos dominan periódicos y canales de televisión. También dominan los grandes premios literarios. Por esta razón un colombiano, por ejemplo, conocerá a ciertos escritores por sobre otros. Al final, no hay un conocimiento de la auténtica literatura que se hace en cada país. Otro gran problema es que las trasnacionales en forma directa o indirecta inducen a los nuevos escritores a que sigan esa línea de literatura chatarra.
Sirva esto de introducción para aquellos que no conocen a Reynoso y puedan hacerse una idea del hombre detrás de los libros. Ahora hablemos de lo que nos llama, los textos.
El film Los Olvidados (1950) de Luis Buñuel comienza con una voz en off que dice: “Las grandes ciudades modernas, Nueva York, Paris, Londres, esconden tras sus magníficos edificios hogares de miseria que albergan niños malnutridos, sin higiene, sin escuela. Semilleros de futuros delincuentes”.
La novela Gazapo (1965) de Gustavo Sainz nos relata:
Alguien me empujó por la espalda y Tricardio me dio un golpe en la cara con la mano abierta. No sentí dolor, pero algo tibio nació en el sitio del golpe y cerró mis puños. ¿Por qué no? Eso fue. Y aparté con fuerza a uno de los gemelos para quedar frente a Tricardio. Oí un ¡déjenlo solo! seguido de un ¡entíbale, ñeris! y retrocedí, con los brazos pegados a las costillas, antes de lanzar el puño derecho hacia adelante, con todo el impulso de mi cuerpo. Vi a César detener al Negro con un solo gesto, y a uno de los gemelos caminar hacia mí con el cinturón enredado en la mano, suelto el extremo con la pesada hebilla de metal balanceándose.
El libro Rumble Fish (1975) de Susan E. Hinton, adaptado al cine por Francis Ford Coppola (1983) cuenta:
Andaba yo vacilando por Benny's, mientras jugaba al billar, cuando me enteré de que Biff Wilcox quería matarme. Benny's era el antro de los chavalitos del instituto. Los mayores solían ir por allí, pero, cuando los más pequeños se colaron dentro, se largaron a otra parte. Benny andaba muy cabreado por culpa de eso. Los chavalitos no tienen tantas pelas para gastar. Pero no podía hacer mucho más que odiarlos. Un sitio se convierte en un antro, y punto.
Y el film de Meirelles, Ciudad de Dios (2002) abre con una escena en que un grupo de niños y adolescentes liderados por Ze Pequeño corren por los callejones de la favela persiguiendo a una gallina, armados de automáticas y ametralladoras para toparse en una encrucijada con la policía.
Los inocentes de Reynoso (1960) parte de esta forma:
Febrero, (un día cualquiera).
2 p.m.
Metió las manos en los bolsillos y fue más hombre que nunca.
"El semáforo es caramelo de menta: exquisitamenta. Ahora, rojo: bola de billar suspendida en el aire".
El sol, violento y salvaje, se derrama, sobre el asfalto, en lluvia dorada de polvo.
"Así me gusta: bajo el sol, triste, y con las manos en los bolsillos. (Sólo los viciosos tienen esa costumbre).
¡Al diablo con la vieja! Con las manos en los bolsillos.
Porque quiero. Porque me da la gana".
Entró por Moquegua al Jirón de la Unión.
¿Qué tienen en común estas obras literarias y fílmicas entre sí?
Ciudades monstruosas, grandes capitales y al interior de ellas barrios miseria: México-Distrito Federal, Sao Paulo, Lima. Adolescentes violentos arrojados a un mundo abusivo y brutal y al cual responden con descaro y una malicia que termina por arrastrarlos al crimen.
Sin duda, el ingresar a esa realidad requiere un conocimiento del lenguaje vernacular, un manejo de la jerga de la calle y una exploración sensible de todo un universo de relaciones capaz de no volver la representación trivial (tal como señala Avelar*) haciendo del relato una caricatura grotesca o un panfleto moralista sobre el abandono y el mundo de las pandillas.
Los inocentes de Reynoso guarda todos esos ingredientes en su pequeño cuerpo de no más de 60 páginas y eso la hace una obra imprescindible dentro de la narrativa latinoamericana. Oswaldo se anticipa a todas estas obras y seguro que a muchas más en esta materia. Claro, Los olvidados precede a la novela del peruano, pero Reynoso de hecho declaró haber quedado impactado con la cinta e incluso confiesa haber querido ir más allá explorando esa herida de nuestras grandes ciudades y sus extramuros.

Hay que agregar además que Los inocentes, a diferencia de Los olvidados de Buñuel, está libre de todo tono maniqueista. La cinta del español desde su inicio nos plantea el problema como un asunto sociológico, una historia verídica que apela a las fuerzas progresivas de la sociedad e invita a todos los ciudadanos a reflexionar y actuar en pos del bien de la comunidad y acabar con este flagelo, además no es insignificante la inclusión de un discurso bastante manipulador y sensiblero en voz del director del reformatorio al que envían a uno de los protagonistas tras ser acusado de robo. El diálogo de este personaje acusa a los padres de no hacerse cargo de estos jóvenes y es casi un sermón puesto ahí para conmover al espectador. Según mi parecer en la obra de Reynoso no hay tentativas de solución ni fórmulas. De hecho la situación de la collera (pandilla) compuesta por Colorete, El príncipe, Cara de Ángel, Carambola y los demás es relatada con naturalidad, libre de maquillajes o la tentativa de buscar culpables y apuntar con un dedo, es más, el lenguaje en los diálogos resulta verídico y representativo de las calles de esa época y se amalgama con bellas descripciones poéticas que estimulan de forma sinestésica la ambientación de una ciudad abismal así como el deseo y las frustraciones de los adolescentes. No hay sesgo que oriente al lector a tomar una postura o actitud, no hay una tesis explicita de por medio, solo sutileza y una estética desbocada que narra:
Estoy sudando y me gusta el olor de mi cuerpo el olor de las muchachas de mi barrio me arrecha sobre todo en verano tienen olor a pescado a fierro en invierno no se lavan y apestan rico las manos de Gilda olían a marisco a mar las piernas de Gilda buenas buenas buenas esta noche voy a México y no tendré miedo y el viejo si insiste un poco más casi me lleva da asco con viejo pero la camisa roja bonita Colorete es cochino con Yoni tal vez quince días que no me lo toco y parece que revienta con el sol las bolas hacen carambola jardinera dados gigantes que chocan contra el mar siempre siete siete cuando se pide los senos de Gilda con leche tibia y dulce playa mar ruido olas música azul con verde miel helada en la lengua aguadulce retumba en ola en roca el mar roca en agua y ola tumbo en tumbo en roca amor en roca Gilda en roca cara sol Yoni mar en cine fruna en mar roca roca en tumbo cara roca mar
Quizá la única parte de Los inocentes que podría sentirse como una especie de mirada sentenciosa de la violencia de las calles, es matizada con técnica aplicando un rompimiento de la ficción y el mismo autor, de modo tenue, ingresa a la obra como testigo, observador de los movimientos del Rosquita siguiéndolo por las micros, por las calles de Lima y por las barreadas y es curioso porque Rosquita es el menor de todos en la pandilla y es un niño con una enfermedad del hígado, en esa medida su identidad aún no se ha definido y su fragilidad es latente, no así sus compañeros que bordean los diecisiete años y hablan por sí mismos. A la vez, ingresamos a sus mentes penetrando con profundidad en su psiquis, las obsesiones y miedos que los acosan y para eso Reynoso recurre con pericia a otras formas de narrar, fluir de la consciencia, voces que se superponen en una maraña de diálogos, recortes de prensa que ingresan como soporte para afianzar el encuadre de un hecho y breves flashbacks. Podría seguir enumerando las distintas facetas que la obra tiene, sin obviar que además es un libro coral a lo Mientras Agonizo de Faulkner.
Ahí quizá está la relación de Los Inocentes con Gazapo y, por qué no, de Reynoso con Gustavo Sainz, pues a estos autores no se les puede encasillar como escritores que tan solo desentrañan lo urbano y se atreven a ingresar a la contracultura**, sino que por sobre todo son experimentadores del lenguaje, observadores de la realidad e intérpretes de su propia voz, multifacéticos y exploradores... pero no nos desviemos del tema. Ambas obras, una en México la otra en Perú, desencadenan la narrativa del folclor y el indigenismo, nos sacan del mundo rural y el mundonovismo. Gazapo nos introduce al DF de la onda, un under juvenil plagado de sexo, rock y contracultura. ¿Qué hay de Los Inocentes? Bueno no por nada el alter ego de Los Inocentes es Lima en Rock y generó un escándalo mayúsculo en la hipócrita ciudad de los reyes por su léxico desenfadado, el uso de groserías..., pero principalmente por el homoerotismo latente, aspecto innovador y arriesgado que la lleva más allá que la obra de Sainz a la hora de explorar el temprano conocimiento del placer, el cuerpo, el desamor y las motivaciones sexuales detrás de la violencia en estos jóvenes.
Hay una escena en particular en la cual Colorete, el más cruel de la pandilla, obliga a Cara de Ángel (el apostador del grupo y el más bello al punto que lo apodan la María Félix o la María Bonita, lo cual genera en el menor complejos de inferioridad y una sumisión ante los otros), a masturbarse frente a todos tras una pelea en que sus cuerpos se trenzan en una lucha cuerpo a cuerpo en la cual sudan y se olfatean como animales. En medio de la escaramuza los pensamientos de ambos fluyen en torno a recuerdos en los cuales se entrevé una lucha por el liderazgo, resentimientos y el deseo de aceptación y piedad de los demás, pero también sentidos momentos en que la indefensión los ha alcanzado y han compartido un mendrugo de pan o han querido impresionar al otro mostrándose mejores ante las chicas del barrio o procurado ocultar sus debilidades en cosas triviales como unos calcetines raídos o pies sucios. Toda la situación entraña un contraste de furor y ternura inusitado. La obra de Reynoso sin duda ingresa a terrenos muy adelantados no solo en el plano estético y narratológico sino también en el desarrollo de contenidos. La cita que abre el libro tomada de Jean Genet no es casual:
Yo tenía dieciséis años...
en el corazón pero no tenía
ni un solo lugar donde colocar
el sentimiento de mi inocencia
Por lo mismo, la crítica más certera lo emparenta con Puig y, sin duda, su obra no podía dejar indiferente a la Lima de los sesenta, pacata y aun hoy con un catolicismo recalcitrante. Defensores de la moral e incluso críticos literarios del momento acusaron a Reynoso de obsceno y a Los Inocentes como corruptora de menores, pasquín pornográfico que daba voces e importancia a los marginales igualándose a ellos.
La escritora Regina Limo nos da algunas señas del remezón que la obra generó en su momento:
Nadie se atrevía a decir en voz alta por qué era inmoral. Apenas se mencionaba a los jóvenes rocanroleros que aparecían en sus páginas (por ello, Manuel Scorza, la tituló -en una nueva edición- Lima en rock). No se decía que algunos de estos jóvenes se deseaban entre ellos y confundían la pasión con los golpes, forcejeando entre erecciones. Y de eso no se hablaba ni siquiera entre los intelectuales limeños, tan bohemios y liberales, que habían conocido, incluso, a Ginsberg. En el pasado, Valdelomar era una anécdota, y Duque de Diez Canseco, un tratado de chismes.
A mi parecer es esa profundidad con que se exponen las personalidades del grupo, su interacción y motivos, la que hace de estos personajes inmortales y entrañables y cada momento en la obra juega un papel fundamental. Nada se encuentra expuesto al azar a diferencia de lo que podemos encontrar en Ciudad de Dios donde el verdadero personaje es la ciudad. Me refiero a que en la película en muchos casos los sujetos actúan con brutalidad tan solo porque la ciudad los ha hecho así y no alcanzamos a entrever algún sustrato, solo una suma de historias que entran y salen de nuestro foco de atención y que en la yuxtaposición generan el ambiente. Me explico, el caso más emblemático es el de Ze Pequeño quien es un psicópata del cual nunca a lo largo de toda su historia sabemos lo mínimo, ¿qué lo mueve? El poder, el deseo de apoderarse de ciudad de Dios, el querer revertir su sentimiento de inferioridad al ser la mascota del trío ternura y querer imponerse a todos ellos, todo eso queda en mera especulación y al final hace del personaje unidimensional y por momentos un tanto caricaturesco.
Quizá la única forma de entender al personaje es a la luz de su amigo Bene y la búsqueda aspiracional de este por salir del inferno de la favela a través de la ropa, la novia sexy y las fiestas con niños bien. En Los inocentes, sin duda, aún no entramos en la atmósfera sórdida de la Lima plagada de pasta base y niños que aspiran pegamento en bolsas, toda una generación abortada de pequeños que paradójicamente fueron apodados pirañitas por moverse en bandadas y atacar a los transeúntes. La historia de Reynoso se hace cargo de su tiempo pero anticipa esa Lima que vendrá al decirnos:
Si en algo has fallado ha sido por tu familia, pobre y destruida; por tu Quinta, bulliciosa y perdida; por tu barrio, que es todo un infierno; y por tu Lima. Porque en todo Lima está la tentación que te devora: billares, cine, carreras, cantinas. Y el dinero. Sobre todo el dinero, que hay que conseguirlo como sea.
Y ese devenir trágico no se construye de modo etéreo. Los personajes presentan matices y hondura.
Colorete el más violento del grupo se nos presenta a través de pequeños momentos que cruzan los relatos dedicados a sus compañeros, lo cual lo sitúa como una influencia poderosa y suerte de fuerza natural, sin embargo, en su fuero Colorete es temeroso, carente de identidad o alguna divisa que lo haga especial pues Cara de Ángel tiene el juego y su belleza, El príncipe enamora a las mujeres mayores y de pronto es reconocido como el más avezado del grupo por perpetrar asaltos, lo cual es una punzada constante en la autoestima de Colorete. Natkinkón es alegre y bullicioso, Carambola es el mejor en el billar y ninguno de ellos tiene miedo a las mujeres, por eso cualquier muestra de ternura que tengan hacia él, alimenta una violencia implosiva que alcanza el summum en el rechazo de la muchacha que dice amar cuando en una fiesta esta le indica estar cansada y se niega a bailar para acto seguido pedirle a un joven estudiante de derecho le enseñe un paso de twist. Juanita buscando salir del barrio aprovecha su belleza para ligarse a chicos de dinero y abandona a quienes fueran sus amigos, lo cual sirve como un espejo para que Colorete sea testigo de su miseria.
Por su parte, El príncipe en la escena en que es interrogado por un policía bruto que no sabe escribir bien la palabra diecisiete en el parte, corrige al funcionario y con sorna se rehúsa a dar a conocer las razones que lo llevaron a robar a un borracho y luego sustraer un auto. La verdad detrás del actuar del joven se revela tan solo al lector por medio de pequeños saltos temporales en la mente del muchacho, los cuales se cruzan con la historia de Carambola, uno de sus amigos y con el cual disputa el amor de Alicia. Vemos la traición y los celos, la frustración y también la malicia en El príncipe pues el rechazo de Alicia lo lleva a jugar con el amor que le profesa el peluquero homosexual del barrio, Manos Voladoras, mismo que le diera su apelativo de príncipe, y del mismo modo esta situación es la que lo conduce a los brazos de una mujer mayor con la cual se acuesta y la cual lo mima por su indefensión y pobreza. De este modo Reynoso no solo nos traduce la situación de sus personajes sino que va edificando toda una atmósfera que nos envuelve y da cuenta del fracaso y las pequeñas aspiraciones que están en juego. Las compensaciones que se buscan entre tanta miseria.
(Sí, soy un cojudo, pero por culpa de Alicia y de Dora. Manos Voladoras también tiene la culpa. Siempre con la misma vaina: eres un Príncipe, eres un Príncipe. ¿Y cómo, en la Ciudad de los Reyes, un Príncipe sin auto y sin plata?: la hueva, compadre).
Al final nos damos cuenta que son solo niños sometidos al rigor y la humillación.
Por último y no menos importante si pensamos en la obra de Susan E. Hinton, tanto Rumble Fish como The Outsiders nos presentan la lucha entre los greasers y los socs en un mundo en que los adultos sobran. Casi como si estuviéramos en El señor de las moscas, los jóvenes se desenvuelven en un mundo en que las reglas las ponen ellos y lo que se prioriza son las relaciones de fraternidad, la lealtad que solo pervive en el grupo de amigos siendo estos una respuesta al abandono de los adultos, a su corrupción.
La niñez y la juventud son tesoros en riesgo por eso la máxima "Stay gold Ponyboy". De cualquier modo la obra tiene una mirada romántica de las pandillas y tiende a sobreestetizar el drama y las pugnas de poder, por momentos la obra pierde tensión dramática para dar paso a una glamurización de los devaneos que sufren y lo mismo ocurre en la versión fílmica, en la cual por momentos parecemos asistir a un videoclip. No podemos negar que las escenas de pelea en los subterráneos, cuando Rusty James se enfrenta al intoxicado líder de la banda rival, por bien filmada que esté y por mucho que se genere una atmósfera, sentimos a ratos estar en algo a medio camino entre West Side Story y "Beat It" de Michael Jackson.
En la obra de Reynoso el mundo de los adolescentes también guarda esa connotación de espacio de refugio frente a los adultos, es claro que tienen sus códigos y los mayores sobran, sin embargo, así como no hay panfleto tampoco existe ese ánimo de pretender enaltecer el mundo juvenil y la rebeldía y exponerlo como algo totalmente antagónico a la adultez, de hecho todo es una prolongación del mismo mundo, un nudo gordiano que los ata a todos y los condena de algún modo a transitar los mismos pasos y contaminarse entre sí.
El mundo adulto sin duda envilece a los jóvenes, los persigue como sombras abusivas, tal es el caso del Doctor que paga por tener cerca a Colorete y esa situación genera cuestionamientos alrededor del grupo pero también es la alternativa en la búsqueda de sustento a través de la prostitución. Esa coerción sobre el cuerpo y el dinero mediando se vuelve parte del entendimiento del otro. En un sentido opuesto, uno de los pocos personajes adultos de Los inocentes, el choro plantado, se presenta como una especie de modelo para todo el grupo, un hombre de experiencia que ha pasado tiempo en la cárcel, conocedor de mundo y un ídolo del billar, lo cual lo vuelve una especie de figura paterna sobre todo para Carambola, al cual bautizó de pequeño por estar siempre a la saga de sus pasos queriendo colarse a los salones de juego. En esta relación tampoco hay estereotipos. Ese creo es uno de los grandes méritos de la obra de Reynoso pues no subestima al lector entregando caricaturas o visiones idealizadas, el desencanto vital, el desamor se puede palpar cuando Carambola y el choro plantado comparten un diálogo sobre la pérdida de la virginidad. El capítulo cierra con un momento memorable pues el choro plantado le cuenta las razones de su encarcelamiento, haber matado a su mujer que le era infiel y al ver partir a Carambola entusiasmado por su novia la obra nos expone:
El Choro Plantado, con las manos en los bolsillos y las solapas del saco levantadas, solo, parado en la puerta de la cantina, vio la casaca roja de Carambola perderse en la neblina. Y mientras caminaba dijo, despacio, hablando consigo mismo: "Casi todas las chelfas son iguales. ¡Pobre Carambola! Si supiera que su tal Alicia es más puta que una gallina. Todas las gilas son igualititas. ¡Pobre Carambola!".
Este repaso de algunas obras emblemáticas que han pretendido abordar la situación de los jóvenes y la violencia que los rodea, ha tenido solo una intención, mostrar que Reynoso no es encasillable y que su libro Los inocentes, pese a ser un texto que tiene más de cincuenta años, sigue vigente y en muchos aspectos anticipa situaciones que las otras novelas y filmes en algunos casos pasaron por alto o no tuvieron la sensibilidad para tratar sin retóricas exageradas o discursos en que lo testimonial se traga lo literario.
En esa medida epítetos como el "best seller clandestino" o "el secreto mejor guardado de la narrativa peruana" debieran, sobre todo en un mundo como en el que vivimos, interconectado y sin fronteras, al menos en lo virtual, quedar atrás y aunque el autor ya no está con nosotros, saber que su obra tiene un corazón a la altura de su genio

Guanajuato, México, 2016

Notas
*Avelar se refiere al duelo del genocidio pero sus planteamientos dan cuenta acerca de cómo se narra aquello que no se puede nombrar. “La trivialización del lenguaje y la estandarización de la vida, que vacían de antemano el poder didáctico del relato y lo sitúan en una aguda crisis epocal, derivada precisamente de ese divorcio entre la narrativa y la experiencia.
**Quisiera atreverme a afirmar que, además, la pintura y la poesía están algo encadenadas en nuestro país. La narrativa lo estaba hasta la aparición de Los Inocentes, de Oswaldo Reynoso. Me refiero al encadenamiento a los estilos, formas y temas precedentes. (...) Mientras leía los originales de los cuentos de Oswaldo Reynoso creí comprender, con júbilo sin límites, que esta Lima en que se encuentran, se mezclan, luchan y fermentan todas las fuerzas de la tradición y de las indetenibles fuerzas que impulsan la marcha del Perú actual, había encontrado a uno de sus intérpretes. (Arguedas 1963).


martes, 7 de junio de 2016

Oswaldo Reynoso, el secreto mejor guardado de Perú

Entrevista de Rodrigo Ramos Bañados.

Una chica, media borracha, con marcado acento español, insiste en no creerle a Oswaldo Reynoso (Arequipa, abril 1931), a quien la chica no ha leído, que compartió con Roberto Bolaño, cuando el autor de “2666” pasó en alguna ocasión por Lima. Puede afirmarse que la chica tiene una obsesión con Bolaño. En efecto, desarrolla un documental. 
A pesar de su borrachera, la chica ata los cabos sueltos y determina que el hombre de pelo de ajo, beatle café y de una edad indeterminada después de los 60 años, que también parece un padrino de alguna mafia perdida de Los Andes, conoció a Bolaño y le pide por favor que le cuente su experiencia para el documental.  Reynoso responde: primero, mira aunque haya tomado cuatro veces con alguien eso no me da derecho a aparecer en un documental sobre él y hablar de éste, menos si está muerto.
Después la chica saca, por quien sabe qué razón de mierda, las inversiones chilenas en Perú. Reynoso tiene claro que los chupasangres no tienen nacionalidad. La chica sigue con Humala. El escritor no quiere repetirle las pestes que nos habló antes de los Fujimori. La chica insiste con Humala v/s Chile. Reynoso, tomando distancia, le dice: no te odio, odio lo que dices.

Oswaldo Reynoso, autor de la novela “Los Inocentes” que puede considerarse como el best seller clandestino de Perú, estuvo en Antofagasta como parte de la primera feria del libro. Tal vez era el escritor menos conocido entre el grupo de invitados. Sus acciones contrastaron de inmediato con la de los más mediáticos, los célebres. Reynoso, por ejemplo, pidió a los chicos de la nortina editorial Cinosargo, que lo llevaran a alguna cantina. Nos fuimos al centro. 

Bebió varias cervezas en la shopería Real y después seguimos por otra shopería. Esta vez los 80 años ni le pesaron. Esta entrevista puede decirse que surgió ahí. Dentro de todo lo que dijo con esa urgencia de dinosaurio conciente de su extinción, me (nos) interesó por esa cola de dragón que conlleva, su cercanía con el origen de Sendero Luminoso y su opinión de lo que el denomina literatura chatarra, donde encaja, por ejemplo, a Jaime Bayly y otros. 
La resaca no dio el espacio para una entrevista formal, concertada esa noche. Willy, editor de Cuadernos del Sur, la editorial de Tacna, insistió con la posibilidad. 

Nuevamente nos reunimos. Esta vez en medio de una asado en la casa de Sergio Riquelme, poeta. Todo iba bien hasta que llegó la chica que vivió algunos años en España. Más temprano que tarde, todos nos fuimos mosqueados por la chica. Una hora antes de su partida a Lima, por fin hundí el REC.
En algún lapso fallaron las pilas de la grabadora, por esto parte de sus respuestas fueron extraídas de mi memoria. 

El escritor se recuesta en la cama del Hotel Antofagasta pues le duele la espalda, y contesta de lado. Demasiadas chelas al parecer.

-¿A quién debemos culpar de que su obra no se conozca ni se difunda en Chile, o tal vez sería distinto si usted estuviera dentro del catálogo de una editorial multinacional como Alfaguara, por ejemplo?
-Esto se debe a una actitud ética y estética con la publicación de un libro. Yo escribo una novela o un cuento, cuando veo que más o menos obedecen a ciertos criterios de una autocrítica valorativa. Luego de esto lo doy a una editorial que lo publique.
Una vez publicado el libro a éste le salen patitas. El libro por si solo comienza a cambiar. Si el libro es bueno y tiene recepción de los lectores, éste se impone. No intervengo en nada. Si este libro puede cruzar la frontera, mejor. Y si no cruza la frontera no tengo ningún problema. En cierta forma uno escribe para su gente.

-Después de varios años mi libro en “Octubre no hay milagros” fue editado en Argentina, por Andariego. Su interés surgió después que hallaron el libro en una de las tantas ferias. Recibí el correo de una señora francesa, traductora, que quería editar el libro “Los Inocentes”. Luego recibí otro correo desde Bulgaria, con el mismo tenor.

-Estoy en contra de la política actual que hay sobre el libro, fundamentalmente orientada por las trasnacionales donde lo importante no es el libro, sino la persona. Estas editoriales están creando de la nada, figuras transgénicas y mediáticas. La gente se entusiasma no por el libro, sino por la persona. En la literatura hay que tener seriedad y por esto, tengo mucho cuidado en leer las ediciones de las trasnacionales pues he tenido muchas sorpresas.

-A estos escritores de multinacionales los pasean como la mujer barbuda por todas las ferias del mundo y cuando uno los lee, se produce un desencanto. A estos podríamos llamarlo como la literatura chatarra, la literatura descartable. Algunos críticos le han dado el título de literatura Light, y me parece que es hacerle un gran homenaje. La literatura Light quiere decir ligero. Grandes autores produjeron literatura Light de gran valor literario, como Shakespeare, que con tragedias profundamente humanas trató los problemas fundamentales del ser humano. Lo mismo podemos encontrar en Cervantes.

-Ningún gran escritor ha dejado de incursionar en el terreno de la creación ligera. Lo que tenemos ahora no es una literatura ligera, sino que una literatura chatarra y descartable.

-¿Qué piensa de este visibilidad de ciertos autores peruanos por sobre otros como usted?

-Hace décadas los escritores latinoamericanos teníamos la oportunidad de leer a los grandes autores de cada país a través de editoriales de mucho prestigio, como Losada, entre otras. Uno elegía a Losada, porque no iba a publicar libros sin ningún valor. Me pasaba lo mismo con la imprente Ercilla de Chile.
Antes había más contacto en los escritores.  Hoy, en cambio, las transnacionales se encargan a través de sus redes de difundir en medios importantes sobre la literatura chatarra. Ellos dominan periódicos y canales de televisión. También dominan los grandes premios literarios. Por esta razón un colombiano, por ejemplo, conocerá a ciertos escritores por sobre otros. Al final, no hay un conocimiento de la auténtica literatura que se hace en cada país.

-Otro gran problema es que las trasnacionales en forma directa o indirecta inducen a los nuevos escritores a que sigan esa línea de literatura chatarra. Hay un joven escritor muy talentoso en Perú que envió su editorial a una novela. Ellos le dijeron que cambiara el perfil de algunos personajes, por ejemplo, y la forma de hablar de los personajes.

La grabadora se detiene y Oswaldo también. Aprovecha de llamar a la recepción por unos bultos. El taxi lo vendrá a buscar en 30 minutos.

-¿En su discurso, se entiende que usted no empatiza con la globalización?

- La frase no es mía, pero cuando me pregunta esto respondo: “escribo para que el mundo sepa como vivimos aquí”. Me interesa mi gente.

-¿Qué opinión tiene de Roberto Bolaño, se lo pregunto por la insistencia de la chica?
-He leído varios libros de él. En general, innova la forma de narrar y a la vez emplea mucho léxico popular.

-¿Cómo llegó a Los Inocentes, y a la vez que lo ayudó a armar ese léxico popular que usted habla?
-Llegué a Lima a los 20 años. Para mí fue una verdadera sorpresa encontrar a jóvenes de mi misma edad que eran más avispados, más vivos que hablaban en forma ligera y que a la vez, empleaban una serie de términos que yo desconocía. Eso me impactó bastante. Inmediatamente me integré a estas colleras. De ahí salió el libro. Fue una creación espontánea.  El libro se publicó cuando tenía 30 años, pero lo comencé a escribir cuando tenía 20 años.

-El libro provocó gran impacto en Lima por varias razones. En primer lugar por el uso de este léxico popular peruano porque la gente se había acostumbrado a leer una literatura llena de palabras bonitas, entonces si algún personaje tenía la necesidad dentro de la misma historia de decir puta o mierda, el escritor pudoroso ponía p… o m…
En cambio, yo puse toda la palabra.
Recuerdo que me hicieron un reportaje por televisión y el conductor muy agresivo dijo que el libro que estaba lleno de groserías y que por respeto al público no podía leer esas groserías. Le dije que estaba mintiendo pues en el libro no había ninguna palabra vulgar. El se extrañó. Le aclaré que una palabra grosera era patria en boca de un militar traidor o la palabra justicia en boca de un juez corrupto. En la literatura no hay palabras buenas o malas, sino que palabras bien empleadas o mal empleadas.
Otro razón de porque el libro fue repudiado, es que la sociedad peruana en esa época era muy pacata. Es decir, el cuerpo terminaba en el ombligo y continuaba en las rodillas.  También generó críticas el empleo de técnicas modernas de narración como el modo interior, el rompimiento del tiempo y la presentación de personajes.

-Regreso a la chica ¿Qué opinión tiene de los empresarios chilenos en Perú?
-Para el grupo de los empresarios no existe en patria, lo que existe es el dinero sean peruanos, chilenos o estadounidenses. Ellos no tienen patria.

Golpean. Le cuesta levantarse a Oswaldo Reynoso. Le molesta la espalda. Llega a la puerta como si tuviera una tonelada de plomo en los zapatos. El botón del hotel le trae los bultos y le pide un autógrafo.

-Usted vivió en China ¿Cómo fue vivir de cerca la matanza de Tiananmen?
-Llegué a China un año después de la muerta de Mao. Todavía en esa época se aplicaba la política de la revolución cultural. En los 12 años fui testigo de cómo esta política socialista fue desmontándose gracias y empleo la palabra gracias no en el sentido positivo, sino que negativo. Creo que la solución del ser humano es el socialismo, no el capitalismo que todo corrompe y destruye.
Toda esta convulsión en China estalla en la rebelión de los estudiantes con el fin que todos conocemos.

-¿Cómo fue su vinculación con Sendero Luminoso?
-No es el momento de tocar este tema. Sin embargo la novela que no he terminado de escribir hablo de los orígenes de Sendero Luminoso, cuando hice clases en la Universidad de Huamanga.
-No soy un escritor que planifica. Escribo por pulsaciones internas.

-¿Actualmente cómo se sostiene en lo económico?
-Soy profesor universitario cesante. Hace 8 años que mi pensión está congelada. Eso no me permite vivir como uno desearía. Los ingresos los adquiero con conferencias y charlas, además de un contrato con la Universidad San Marcos por mis libros.

Por teléfono, le avisan que el taxi llegó.

En estos momentos en el Centro Cultural España de Lima, hay una exposición de instalaciones y videos sobre “Los Inocentes”.
http://www.revistaparaleer.com/noticia/2011/04/06/los-inocentes-de-reynoso

viernes, 3 de junio de 2016

Oswaldo Reynoso conversó con estudiantes de Humanidades



Oswaldo Reynoso conversó con estudiantes de Humanidades

El escritor peruano relató su experiencia como escritor * Álvaro Lasso y Saúl Villegas destacaron la aportación del escritor a las nuevas generaciones de narradores peruanos.

Xalapa, Ver.- Los inocentes de Oswaldo Reynoso es el bestseller oculto del Perú, es el texto que marcó a la nueva generación de escritores peruanos, refirió el editor Álvaro Lasso durante la mesa de diálogo “Citas textuales” que encabezó Oswaldo Reynoso en el Salón Azul de la Unidad de Humanidades de la Universidad Veracruzana (UV), como parte de las actividades de la Feria Internacional del Libro Universitario

(FILU) 2015.

En la charla Reynoso estuvo acompañado de Álvaro Lasso y Saúl Villegas Martínez, quienes bajo una dinámica de pregunta-respuesta lograron establecer un diálogo con el autor emblemático del Perú.

Lasso, editor de Estruendomudo, opinó que Los inocentes, además de representar el alma de la nueva literatura peruana, “ofrece a sus lectores un vistazo a ese lenguaje de nuestros padres, a tal grado que para su edición en México fue necesario incluir un vocabulario que recopila los modismos callejeros de los años cincuenta en Perú”, agregó.

Por su parte, Villegas Martínez detalló que Reynoso es un escritor que se ha caracterizado por tener una línea muy clara de compromiso con la juventud, “es toda una institución en Perú pero apenas está por dejar su huella en América Latina”, resaltó.

En su intervención, Reynoso agradeció a la UV la oportunidad de venir (a la FILU) y darle un espacio para convivir con los estudiantes de Humanidades y dijo: “Mis dos grandes pasiones en la vida son la docencia y la literatura, dos grandes culebras que se enroscan y se mantienen una a otra, que tienen una sola cabeza y una sola cara: mi vida; por ello para mí es un privilegio poder compartir con universitarios en un evento académico y charlar sobre mi obra literaria”.

Estudiantes de la Facultad de Letras se sumaron a la conversación de manera improvisada y charlaron con el autor acerca de su experiencia como escritor, así como del origen y futuro de sus personajes más queridos.

En este sentido Reynoso comentó: “Los escritores vivimos una soledad en la que nos encontramos sin nadie más frente a la computadora, logrando la más gozosa libertad que puede tener el hombre que es la creación, publican sus libros y no conocen los rostros de sus lectores; para mí esa satisfacción de conocer a mis lectores es inexplicable, por ello busco interactuar constantemente en escuelas, para conocer su reacción.

”En el caso de Los inocentes, que ha sido mi obra más popular a 54 años de haber sido publicada, mis lectores –ustedes– siguen preguntando si  el escritor Carlos Gallardo fue la inspiración de mi protagonista y la verdad es que ni yo lo sé porque aunque la literatura habla de la verdad, siempre se maneja en el plano de la ficción.”

Xalapa, Ver.Los inocentes de Oswaldo Reynoso es el bestseller oculto del Perú, es el texto que marcó a la nueva generación de escritores peruanos, refirió el editor Álvaro Lasso durante la mesa de diálogo “Citas textuales” que encabezó Oswaldo Reynoso en el Salón Azul de la Unidad de Humanidades de la Universidad Veracruzana (UV), como parte de las actividades de la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) 2015.

En la charla Reynoso estuvo acompañado de Álvaro Lasso y Saúl Villegas Martínez, quienes bajo una dinámica de pregunta respuesta lograron establecer un diálogo con el autor emblemático del 
Perú.

Lasso, editor de Estruendomudo, opinó que Los inocentes, además de representar el alma de la nueva literatura peruana, “ofrece a sus lectores un vistazo a ese lenguaje de nuestros padres, a tal grado que para su edición en México fue necesario incluir un vocabulario que recopila los modismos callejeros de los años cincuenta en Perú”, agregó. Por su parte, Villegas Martínez detalló que Reynoso es un escritor que se ha caracterizado por tener una línea muy clara de compromiso con la juventud, “es toda una institución en Perú pero apenas está por dejar su huella en América Latina”, resaltó.

En su intervención, Reynoso agradeció a la UV la oportunidad de venir (a la FILU) y darle un espacio para convivir con los estudiantes de Humanidades y dijo: “Mis dos grandes pasiones en la vida son la docencia y la literatura, dos grandes culebras que se enroscan y se mantienen una a otra, que tienen una sola cabeza y una sola cara: mi vida; por ello para mí es un privilegio poder compartir con universitarios en un evento académico y charlar sobre mi obra literaria”.

Estudiantes de la Facultad de Letras se sumaron a la conversación de manera improvisada y charlaron con el autor acerca de su experiencia como escritor, así como del origen y futuro de sus personajes más queridos.

En este sentido Reynoso comentó: “Los escritores vivimos una soledad en la que nos encontramos sin nadie más frente a la computadora, logrando la más gozosa libertad que puede tener el hombre que es la creación, publican sus libros y no conocen los rostros de sus lectores; para mí esa satisfacción de conocer a mis lectores es inexplicable, por ello busco interactuar constantemente en escuelas, para conocer su reacción.

”En el caso de Los inocentes, que ha sido mi obra más popular a 54 años de haber sido publicada, mis lectores –ustedes– siguen preguntando si el escritor Carlos Gallardo fue la inspiración de mi protagonista y la verdad es que ni yo lo sé porque aunque la literatura habla de la verdad, siempre se
maneja en el plano de la ficción.”


La XXII edición de la FILU se lleva a cabo desde el 24 de abril al 3 de mayo de 2015, con Perú como país invitado. La sede es el Complejo Deportivo Omega, ubicado en Cayetano Rodríguez Beltrán sin número, en el centro de la ciudad de Xalapa.

El programa general de la FILU puede consultarse en el sitio web: http://www.uv.mx/filu, donde también están disponibles las memorias de las ediciones anteriores de la feria. También tiene presencia en redes sociales: @FILUUV en Twitter y FILU UV Xalapa en Facebook.